lunes, 31 de mayo de 2010

ALGUNAS MUJERES PUEDEN SALVAR EL MUNDO

De paso por Buenos Aires, Jean Shinoda Bolen habla de cambios sociales.
Estadounidense de nacimiento, pero nieta de japoneses, Jean Shinoda Bolen vive en California, en una casa sobre una montaña que mira hacia la bahía. "La sencillez de sus líneas y lo despojado de sus espacios es algo muy japonés", explica esta mujer de estructura pequeña con voz clara, vibrante y juvenil. Se le adivina una enorme fuerza interior, esa que la llevó a tener dos hijos, Melody, médica pediatra de treina y pico de años, y André, que murió de una enfermedad cuando tenía 29. Esa determinación también la lleva a repartir sus días entre la escritura de sus libros, más de diez traducidos a más de diez idiomas, su trabajo clínico como psicoterapeuta y sus conferencias alrededor del mundo.


Algunos de esos libros, como Las diosas en cada mujer , Las diosas de la mujer madura y Los dioses en cada hombre, son ya clásicos en el estudio de los arquetipos que se representan en los individuos. Todo eso la convirtió en una especialista en mitología, y en esa condición llegó por segunda vez a la Argentina, ahora para dar una conferencia en la Feria del Libro y para conducir una actividad que ella denomina C írculo de mujeres.

-¿Por qué serán las mujeres las que cambiarán el mundo?
-Creo que una gran mayoría de mujeres trae un deseo de paz y de cuidado de los más jóvenes. Vienen dispuestas a aportar a la humanidad dos energías poderosas y transformadoras: la maternal, con su ternura, y la de la hermandad, con su equidad. Pero no creo que todas las mujeres traigan ese potencial de cambio, porque las mujeres más tradicionales o patriarcales no están involucradas en este proceso. Esta modificación significa un cambio de paradigma en la relación entre hombres y mujeres, el pasaje de una relación de dominación a una relación entre iguales. Algo que se viene dando en el mundo y que hace falta estimular para que siga fortificándose.

-En este contexto, ¿qué papel cumplen los círculos de mujeres que usted insta a formar?
-Un círculo de mujeres digno de confianza tiene un centro espiritual y una poderosa capacidad de transformar a las que lo constituyen. Funcionan, además, como grupos de apoyo, como plataformas de lanzamiento desde las cuales emprender los cambios con los que se sueñan. Cumplen un papel importante en este proceso de cambio del que hablamos porque es una manera de llevar conciencia de forma viral al resto del mundo. Es precisamente lo que los grupos de apoyo de mujeres hicieron en los años 70 en Estados Unidos. Sostuvieron a sus pares para que hicieran lo que cada una de ellas quería y necesitaba, y en menos de una década las mujeres cambiaron tanto? Con las comunicaciones actuales, ¡cuánto más pueden hacer unas mujeres por otras, aunque estén separadas por océanos! Por eso digo que para salvar el mundo las mujeres deben reunirse.


-¿Cómo activarán este cambio los círculos de mujeres?
-En muchos círculos hay, además de mujeres, muchos varones trabajando. Son espacios que aportan una experiencia extraordinaria de equidad. Son círculos cuyo centro es la sabiduría y la compasión, y es precisamente este tipo de organización la que logrará un cambio en la conciencia y en la clase de relaciones que unen a hombres y mujeres. Estos círculos trabajan para que mejoren las personas que los conforman, para que mejoren los pueblos en los que están? A la IV Conferencia Mundial de la Mujer realizada en 1995 en Pekín asistieron 50.000 mujeres. A la próxima, si Estados Unidos la auspiciara, podrían asistir 100.000.

-En su libro Mensaje urgente a las mujeres usted afirma que es tiempo de que el mundo reconozca que necesita de la sabiduría femenina . ¿A qué sabiduría se refiere? -Me parece que las mujeres, desde muy jóvenes, tenemos conciencia de que no lo controlamos todo. La menstruación, el embarazo, la menopausia, son procesos que nos llevan a reconocer que somos más que conciencia y deseo, que estamos conectadas con los ciclos de la luna y de las mareas. Incluso nuestra menstruación se acompasa a la de otras mujeres si convivimos con ellas. La sabiduría femenina es una sabiduría de interconexión. Desde chicas aprendemos la noción y tenemos la experiencia de la interdependencia, y esto es exactamente lo que el mundo precisa comprender: si lastimamos una parte del planeta, todo el planeta sufre y nosotros con él. Si una persona ejerce violencia sobre otra, toda la humanidad sufre. Si un chico muere de hambre, morimos con él. No hay forma de sustraerse aun cuando creamos que podemos hacerlo. Esa es la sabiduría que las mujeres pueden aportar.

-¿Cómo se relaciona esta idea de cambio planetario con el trabajo que hizo estableciendo la relación entre diosas mitológicas y la energía femenina?
-Si una mujer tiene un talento y puede desarrollarlo durante su vida se siente satisfecha por haber podido desplegarlo. Si una mujer tiene una fuerte impronta maternal y puede tener hijos, es enormemente feliz pariéndolos y criándolos. Si a otra mujer le gusta subir montañas y no siente la necesidad de ser madre, pero vive en una cultura en la que no tenerlos es inaceptable, ella biológicamente podrá ser madre, pero tal vez no vivirá su maternidad como un deseo propio, sino como una respuesta a una obligación social. Cada vida tiene un sentido y las mujeres que pueden contactar con los patrones internos descubren por qué algunas cosas les costaron tanto o por qué lucharon tanto por otras. Cuando una mujer sabe qué diosas son las fuerzas dominantes dentro de ella, adquiere autoconocimiento sobre la fuerza de ciertos instintos, las prioridades y también las posibilidades de encontrar un propósito personal a través de las elecciones que realiza.


-¿El siglo XXI olvidó a alguna diosa en particular?

-Nuestro siglo tendría que redescubrir a Hestia, la diosa del hogar. Nuestra cultura parece más interesada en lo que se ve que en el ser de una persona, pero Hestia es una diosa de la interioridad . Es la que nos enseña la habilidad de encontrar la paz y la serenidad sin esperar que alguien la provea. Es la diosa con quien queremos estar cuando anhelamos tener tiempo para estar solas, cuando la soledad es un santuario. El fuego simbólico de Hestia es el centro espiritual o la presencia interior que ilumina y acoge el cuerpo y la mente. Pero Hestia desaparece en una cultura competitiva. Hace poco, conversando con un grupo de amigas les pregunté si, de poder elegir, preferirían envejecer y volverse sabias o bien mantenerse por siempre jóvenes. Algunas en broma, y otras no tanto, eligieron la segunda opción. ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar perder la lozanía? Es que envejecer significa aceptar el cambio y las pérdidas, por lo tanto es lógico que haya resistencias. Pero si además de ver nuestra cara con arrugas y constatar que los hombres ya no se dan vuelta a mirarnos podemos celebrar nuestros aspectos sabios y compasivos, entonces comprenderemos que cedemos algo para ganar otras cosas. Y a medida que el tiempo pasa, si una es sabia o tiene suerte se descubrirá valiosa por cosas que tienen que ver con su profundidad y que no se ven cuando entra en una sala, pero allí están, brillando en su interior.

Marilen Stengel, vía La Nación
Publicado por Femenino y Singular lunes 30 de noviembre de 2009

LAS TRES DIOSAS INTERNAS MÁS POTENCIADAS POR EL FEMINISMO: ATENEA, ARTEMISA Y AFRODITA



Según Shinoda Bolen, cuando una mujer comprende sus propios patrones internos puede llegar a superar toda una serie de dicotomías restrictivas, tales como: masculino/femenino, madre/amante, profesional/ama de casa, etc. Estos patrones internos toman la forma de siete diosas arquetípicas que son otros tantos tipos de personalidad. Se trata de que cada mujer identifique a sus diosas dominantes (que van desde la autónoma Artemisa y la fría Atenea hasta la nutitiva Deméter y la creativa Afrodita, pasando por Hera, diosa del marimonio, o Perséfone, reina del mundo subterrráneo, o Hestia, prototipo de la mujer paciente)."

La toma de conciencia y el desarrollo de estos arquetipos internos, saber en que consisten los arquetipos de las diosas (y dioses), así como su armonización, conducirán a la mujer a la plenitud psíquica. Cuando logra equilibrar sus opuestos después de un trabajo interno, cuando puede balancear sus "diosas internas", integrar a sus deidades interiores con todos sus rasgos positivos y negativos, habrá logrado mayor conciencia y crecerá espiritualmente. Estas son las bases conceptuales del trabajo de Shinoda Bolen en su libro "Las diosas de cada mujer".

La propuesta de esta psicoanalista junguiana ayuda a entender y pensar aspectos femeninos representados por imágenes míticas que resultan muy clarificadoras de los distintos estilos de las mujeres.

Escribe Shinoda:

"¿Por qué algunas mujeres valoran, ante todo el martimonio y la familia, mientras que otras atribuyen más importancia a la independencia y a la propia realización? ¿Por qué una misma mujer se comporta, según sea el entorno, como extravertida o introvertida? ... Sucede que cuanto más compleja es una mujer más probable es que tenga dentro de sí muchas "diosas activas"...



"Las diosas griegas son imágenes de mujeres que han vivido en la imaginación de la humanidad durante más de tres mil años. Las diosas son patrones o representaciones de cómo son las mujeres, con más poder y diversidad de comportamientos de lo que se ha permitido ejerecer históricamente a las mujeres. Son bellas y fuertes. Están motivadas por lo que les importa, como sostengo en este libro representan patrones intrínsecos o arquetipos que pueden conformar el curso de la vida de una mujer.

Estas diosas se diferencian unas de otras. Cada una tiene su rasgos positivos y potencialmente negativos. Sus mitos muestran lo que es importante para ellas y expresan con metáforas lo que una mujer que se les parezca puede hacer.

Por mi parte, también he llegado a pensar en las diosas griegas del monte Olimpo - cada una de las cuales era única, y algunas de ellas antagónicas entre sí - como una metáfora de la diversidad y del conflicto interior de las mujeres, que somos complejas y multifacéticas. Todas las diosas se hallan potencialmente en cada mujer".


Por distintas circunstancias y experiencias, se activan unos u otros arquetipos por sobre otros; es decir, aunque una mujer se identifique con una energía femenina determinada, podrá potenciar más otras por efecto del entorno familiar cuando es una niña, o los de la sociedad siendo adulta. Así, aunque una niña sienta una fuerte presencia de Artemisa, la diosa de la naturaleza -independiente y feminista- si sus padres la educan para que sea dulce como la miel, ella, para ser aceptada, se entregará a Perséfone, la doncella sumisa y complaciente, reprimiendo el arquetipo dominante de su psique.

La sociedad es otro factor que fomenta algunas diosas y condena a otras. Tradicionalmente, las diosas potenciadas eran Perséfone, la hija, Hera, la esposa y Démeter, la madre. Afrodita, la deidad del amor, fue condenada como «la prostituta».

Actualmente, con los logros feministas, las diosas más reconocidas son Atenea -arquetipo de la mujer triunfadora-, Artemisa - independiente, feminista y preocupada por las mujeres oprimidas-, y Afrodita -diosa del amor, el arte y la sexualidad plena-.


Por otro lado, las fases por las que pasa una mujer en su desarrollo también son causa de la activación de diferentes arquetipos.

Atenea, la estratega


Es la diosa de la inteligencia, la sabia y la guerrera, la pragmática. Representa a aquella que es capaz de valerse de su inteligencia e intuición para resolver conflictos y enfrentarse a la vida. Un ejemplo muy claro de mujer Atenea es la ejecutiva que logra ascender hasta cargos directivos dentro de una empresa. Es perspicaz, intuitiva, inteligente, realista y muy diplomática, pues se vale de las alianzas para lograr sus objetivos.

Atenea preferirá la compañía de los hombres, pues sus conversaciones le interesan mucho más. Trabaja a gusto con ellos, sabe conversar de cualquier tema masculino y nunca entra en enredos emocionales ni sexuales. Encarna la colega perfecta, la mano derecha del jefe, la confidente de Apolo, que no busca intimidad emocional. Como esposa y madre seguirá siendo una gran estratega y administradora de la casa, y siempre elegirá a héroes como futuros esposos; es decir, a hombres triunfadores, intelectuales y ambiciosos, pues el poder para usted es el mejor afrodisiaco; además, entenderá el matrimonio como otra alianza más, sin profundizar en los sentimientos. También, llevará puesta su coraza y será completamente impermeable a los celos.

La carencia de Atenea se debe a que ha separado su centro de acción de su centro de sentimiento. Sacrifica al amor y al placer en el altar del deber. La sabiduría y la intuición sólo sabe emplearla para los negocios y el trabajo, no para conectarse con su fuente interna y llegar a ser la mujer tan completa que en potencia es. Necesita entregarse a los placeres con Afrodita y rescatar a la niña interior, que le dará la capacidad para disfrutar de los pequeños detalles de la vida. Una mujer Atenea, que vive en su cabeza más que en su corazón y es incapaz de disfrutar de la vida, necesita invocar a una Afrodita, bailando, utilizando su creatividad con un pincel y una paleta de colores o simplemente saliendo y arreglándose.

Artemisa, diosa de la luna


Como diosa de la caza y de la luna, personifica el espíritu femenino independiente. Es el arquetipo que permite a una mujer lograr sus propias metas en el terreno que ella misma elija. La mujer Artemisa se siente completa sin un hombre. También representa a la hermana, y este es el atributo que la lleva a solidarizarse con las otras mujeres y a defender sus derechos. Encarna, por tanto, las cualidades idealizadas por el Feminismo: realización y competencia, independencia de los hombres y sus opiniones, y preocupación por las mujeres oprimidas.

Artemisa tiene una tendencia a sentir esos principios y causas y a realizarlos, siempre siendo fiel a los mismos. Quizá haya crecido en un hogar machista, en el que dieran prioridad a los hombres, relegándola a usted a las tareas domésticas, situación ante la cual se rebeló. Le encanta la naturaleza, ponerse sus vaqueros y una mochila a la espalda y salir a explorar bosques, montañas, selvas.
La carencia de Artemisa es que, como dice Olga Escuder, «le da miedo ser mujer y, en el mundo exterior, se desconecta de sus sentimientos». Esa es la causa de que muchas feministas se olviden de su parte seductora o de su capacidad nutridora, y consideren al hombre como su enemigo, aunque se comporten en muchas ocasiones como él. Para que una Artemisa alcance su plenitud ha de abrirse a las emociones y aprender a amar. El arquetipo de madre podría ayudarla, y una Afrodita le pondría en contacto con su sexualidad, enseñándole que el amor puede vencer todas la barreras.


Afrodita, el amor



Es una diosa alquímica, ya que sus experiencias con otros son profundamente transformadoras. Esta deidad lleva a la mujer que la encarna al disfrute de su cuerpo y de la sexualidad plena con el ser amado. No sólo es belleza, sino capacidad de generar belleza, por lo cual todo lo que ella hace se ve inundado por la creatividad: desde los juegos con sus hijos, al arte, la cocina o cualquier actividad. Esta diosa aparece en toda mujer que se enamora. Se trate de una Atenea concentrada en su trabajo o de una Démeter centrada en sus hijos, la entrada de Afrodita en su vida convertirá al nuevo amor o la nueva obra artística en una prioridad. Su imaginación creando situaciones que rompan la rutina.

Apasionada por naturaleza y conectada a sus sentidos y emociones, ama a todos intensamente y goza de aquello que se relacione con la sensibilidad; pero también es una mujer incompleta si carece de otros arquetipos que la equilibren. No tiene perspectivas de futuro, es impulsiva y no piensa en las consecuencias. También tiende a ser promiscua e infiel. Puede ser el blanco de las mujeres Hera, envidiosas de su belleza y magnetismo.

También el hombre puede hacerle daño, ya que tiende a enamorarse del arquetipo Ares (el guerrero), que por celos puede maltratarla; de Hefesto, el artesano que, demasiado centrado en su arte, la hace sentir abandonada; o de Zeus, el patriarca, que la trata como un capricho, utilizándola sexualmente. Le hace falta potenciar la fidelidad y el compromiso propios de Hera. También necesita a Artemisa para dirigirla hacia objetivos concretos y ponerle límites; de Atenea que la haga reflexionar antes de actuar; y de Hestia que la conecte con su alma.

A consecuencia de los supuestos avances del feminismo, como ya vimos, algunos arquetipos han sido cuestionados y otros han sido venerados.

Para las mujeres signadas por el arquetipo de la Atenea, llegar a integrar a Afrodita, su opuesta, puede ser un camino tortuoso. Es una tarea de vida restaurar la unidad, integrar la sombra y por lo tanto honrarla.

Las obligaciones y sobre todo las necesidades consumistas y materialistas de la época dilatan ese propósito.

Ese desequilibrio no sólo puede paralizar a la mujer en su vida, sino paralizar incluso los cambios sociales. Muchas feministas tienen temor a actuar si no es dentro de una institución, lo que manifiesta una atadura más al mandato patriarcal. Muchas se han acomodado en instituciones en las que se sienten cómodas y no buscan un verdadero cambio de paradigmas. Existe en ellas demasiado miedo y materialismo. Menos amor, menos sensualidad, menos creación, mayor aridez y frialdad.

El desafío de nuestra época, creo, es integrar el placer, el juego, la sensualidad, la amistad. Estamos demasiado ocupadas para salir, para amar, para jugar.

En una reciente entrevista realizada por Marilen Stengel para La Nación, Shinoda Bolen se explayó sobre la necesidad de rescatar la figura de Hestia, la diosa de la interioridad, en este SXXI.



Transcribo el fragmento:

"-¿El siglo XXI olvidó a alguna diosa en particular?

-Nuestro siglo tendría que redescubrir a Hestia, la diosa del hogar. Nuestra cultura parece más interesada en lo que se ve que en el ser de una persona, pero Hestia es una diosa de la interioridad . Es la que nos enseña la habilidad de encontrar la paz y la serenidad sin esperar que alguien la provea. Es la diosa con quien queremos estar cuando anhelamos tener tiempo para estar solas, cuando la soledad es un santuario. El fuego simbólico de Hestia es el centro espiritual o la presencia interior que ilumina y acoge el cuerpo y la mente. Pero Hestia desaparece en una cultura competitiva. Hace poco, conversando con un grupo de amigas les pregunté si, de poder elegir, preferirían envejecer y volverse sabias o bien mantenerse por siempre jóvenes. Algunas en broma, y otras no tanto, eligieron la segunda opción. ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar perder la lozanía? Es que envejecer significa aceptar el cambio y las pérdidas, por lo tanto es lógico que haya resistencias. Pero si además de ver nuestra cara con arrugas y constatar que los hombres ya no se dan vuelta a mirarnos podemos celebrar nuestros aspectos sabios y compasivos, entonces comprenderemos que cedemos algo para ganar otras cosas. Y a medida que el tiempo pasa, si una es sabia o tiene suerte se descubrirá valiosa por cosas que tienen que ver con su profundidad y que no se ven cuando entra en una sala, pero allí están, brillando en su interior."

La reflexión sobre los tiempos que corren y los arquetipos continúa.

Me encantaría que cada una haga su aporte.

Bendiciones a todas!